Encantadores jardines urbanos

Le estamos cogiendo el gusto a esto de escaparnos algún que otro finde  a explorar las inmediaciones de nuestro nuevo hogar, así que a finales de la semana pasada fue el turno de Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia 

El viernes después de comer pusimos rumbo al sur sin desmesuradas expectativas ya que, aún tratándose de una de las poblaciones más famosas del país, éramos conscientes de que aquí las ciudades no suelen contar con tantos atractivos históricos en comparación con una buena parte de las europeas, además de que acostumbran a ser de menor tamaño. Fuera precisamente a raíz de ello o no, nos llevamos una impresión de lo más agradable. Los principales puntos de interés malmoguienses se encuentran concentrados cerca del centro o en el propio casco antiguo, cosa que facilita el llegar a pie a todas partes. Malmö es una localidad esencialmente marítima y desde sus orígenes se ha desarrollado orientada al agua, tendencia que se percibe paseando por el muelle. Una de sus particularidades más llamativas es que conserva edificios relativamente antiguos, característica que no abunda en otros municipios suecos, y manifiestan un estilo nórdico muy acogedor. Si a ello le sumamos las sobrias iglesias en piedra, alguna que otra escultura abstracta y el célebre rascacielos Turning Torso, la ciudad nos ofrece un panorama arquitectónico bien peculiar.  




También debo admitir que tuvimos una suerte descomunal con el tiempo. Aunque las horas de luz han ido aumentando desde mediados de febrero, por cada día soleado tienes diez nublados. De hecho, si no me fallan los cálculos, el sábado pasado fue el primer día del mes de marzo que pude disfrutar el contacto del sol en mi piel directamente. Por supuesto seguía haciendo un frío considerable, pero con unos suaves rayos de sol todo se lleva mejor. Así, recorrer las amplias calles de la ciudad y sentarse en la playa de Ribersborg daba un gustazo estupendo. La orilla estaba llena de gente paseando perretes y disfrutando de la vista del horizonte, donde me dio la sensación de distinguir tanto el puente que conecta con Dinamarca como la silueta del país vecino. 

Por otro lado, si algo destaco hasta ahora como uno de los detalles que más me gustan de las ciudades suecas son las abundantes zonas verdes. Están por todos los rincones y Malmö no supone una excepción. En su caso, una considerable parte de los parques son ni más ni menos que cementerios. Es algo que da qué pensar ya que, al menos hasta donde yo conozco la cultura española -incluso diría peninsular en general-, a un cementerio vas cuando se muere alguien o lógicamente asuntos relacionados con ello, pero no como excursión de disfrute. Vamos, en cualquier caso, no he visto hasta día de hoy a nadie hacer pícnic en dichos lugares, fenómeno que por el contrario aquí si se da.




De este modo, repartidos por el núcleo de la ciudad hay más de un recinto bien cuidado y presentado como jardín-cementerio, donde ves papás paseando a sus bebés en carrito, parejas tomando la fresca o niñas correteando. El que encuentras destacado en el mapa dirigido a turistas es el fotografiado aquí arriba, conocido como "el antiguo". Sin embargo, callejeando por uno de los barrios residenciales cercanos al centro fuimos a parar a uno enorme, que en cierta manera evocaba una atmósfera bucólica con simpáticos conejos saltando por la hierba en libertad.

Todos los que he visitado hasta ahora, incluyendo los de mi ciudad, parecen estar cuidadosamente planificados no sólo respecto a distribución del espacio sinó también cuanto a flora. Nunca faltan alegres florecillas en tonos amarillos y blancos, que dan vida al manto verde sin quitar protagonismo a las sencillas tumbas. Desde mi inevitable perspectiva de historiadora del arte dichos paseos adquieren un matiz fascinante, ya que disfruto fantaseando sobre cómo eran las vidas de aquellas personas que llevan ahí enterradas desde inicios del 1800. Del mismo modo, es curioso observar las esculturas que acompañan las tumbas menos austeras, mientras que otras siguen una sencilla tendencia fruto de la fe protestante de sus inquilinos.


Comentarios

  1. Ya he comentado otras veces la diferencia cultural entre estas dos tierras, asumo que cada persona es fruto de su cultura y que sus comportamientos obedecen, más o menos, a una vida marcada por su sociedad. Pero de verdad ors digo que cada vez me gustaria mas integrarme en esta sociedad que tu me narra. Se que al principio me costaría, pero ciertamente añoro sus comportamientos.

    Desde hoy me considero sueco de adopción y nórdico por convicción.

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  2. Estoy enganchadísima a esta vida Sueca que estás descubriendome suena todo tan bonito y tan curioso que efectivamente dan ganas de irse a vivir allí.

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